En 2007, Steve Jobs subió al escenario con un prototipo que cambiaría el mundo: el iPhone. Desde entonces, vivimos pegados a una pantalla, con internet en el bolsillo y la promesa de la hiperconectividad en la palma de la mano. Pero ahora, casi dos décadas después, un nuevo proyecto liderado por Sam Altman, líder de OpenAI, Jony Ive y Laurene Powell Jobs busca romper ese paradigma. Y no es una simple ocurrencia futurista: es una apuesta de 6.500 millones de dólares.
OpenAI, empresa responsable de ChatGPT, ha adquirido io, la startup fundada por Ive —la histórica mano derecha de Jobs en Apple— con un objetivo claro: diseñar dispositivos sin pantalla basados en inteligencia artificial, capaces de acompañarnos y asistimos sin necesidad de interfaces visuales y de una forma más eficiente. Es el comienzo de una nueva era, y su detonante no es otro que la incomodidad de Powell con el rumbo que ha tomado la tecnología.
Jony Ive, Altman y Powell: el trío que quiere jubilar al smartphone y rediseñar el futuro sin pantallas
Viuda de Steve Jobs, Powell ha emergido como la figura clave detrás del nuevo experimento de Ive. Su influencia no es solo económica —es una de las principales inversoras de io—, sino filosófica: ve en la IA una herramienta transformadora, pero también una fuente de ansiedad y aislamiento para los más jóvenes. “No está claro hacia dónde se dirige el mundo”, confesaba al Financial Times, en un tono más existencial que técnico.
Desde LoveFrom, el estudio de diseño fundado por Ive tras dejar Apple en 2019, se han gestado ideas para Ferrari o Airbnb. Pero el impulso definitivo vino con la llegada de Altman, CEO de OpenAI, con quien comparte la obsesión por reimaginar la relación entre humanos y tecnología. Así nació io, un proyecto con ecos del fallido Humane AI Pin, un wearable que prometía revolución pero cayó víctima de su propia ambición.
Ahora, Ive y Altman no quieren repetir errores. No se trata solo de sustituir al smartphone, sino de redefinir el cómo y el por qué de la tecnología. Powell, como guardiana ética del proyecto, se asegura de que la innovación no vuelva a desviarse. Silicon Valley busca desesperadamente su nuevo gran producto. Y quizás, esta vez, la revolución no vendrá de una pantalla, sino de su ausencia.
